30 de noviembre de 2008

Reina de Corazones


REINA DE CORAZONES

EL año 1500, fin de un siglo, trazó una línea gorda en la historia del mundo. Hasta aquí y desde aquí. En 1500 nació en Gante, de los Países Flamencos, codiciados por todos, el príncipe Carlos, hijo de Juana I de Castilla y de Felipe de Borgoña. Lo educó en aquellos territorios, de modo más flamenco que castellano, su tía Margarita de Austria, hija como el padre del gran Maximiliano de Austria y María de Borgoña.


Fue la educadora excelente mujer, de esas para las que la Biblia tiene cálidas alabanzas. De su buen ánimo y humor, este episodio. Prometida a un rey de Francia, que la rechazó, iba a matrimoniar con el príncipe Juan de Castilla, hijo de los reyes católicos Isabel y Fernando. En un galeón navegó para la boda y llegó gran tempestad. Se hundía la nave... Llantos, súplicas, actos de contrición... y doña Margarita, ¿qué hacía? Redactaba su epitafio: «Aquí yace una noble dama,/ casada dos veces y murió doncella». Salvó el galeón los peligros del mar... ella no falleció, sí el novio (1496), lo que hizo cierto su requiéscat.

Entre caballerescos torneos, danzas y banquetes mucho más valioso aprendió Carlos que en 1516 fue rey de un poderoso imperio. La muerte y la locura de su madre le abrieron caminos. En 1504 falleció la abuela, la gran Isabel, «de rubios bucles y ojos de cielo». Días antes y cercana a su reina, en Medina del Campo murió otra famosa mujer, célebre en estas Islas. Beatriz de Bobadilla... ¡Años de mujeres famosas!

Un rey de quince años dueño y señor de territorios que desconocía. Castilla, Aragón; Andalucía... Resueltamente flamenco... pero las raíces ibéricas lo hicieron rotundo defensor de la «dura y áspera España».

A este hombre que todo tenía, ¿qué le faltaba para cuajar su vida y sus pasiones? Una mujer. La razón de gobierno exigía más que la hermosura de Venus, el poder de Júpiter y el dinero de Mercurio. Las guerras necesitaban oro. Cerca tenía una princesa como ninguna. Portugal era reino rico y en Lisboa estaba Isabel, portuguesiña de veintitrés años, hija de Manuel el Afortunado, linda y con cuantiosa dote. Digna de hermosos versos: «Todo en ella encantaba, todo en ella atraía.... Quien la vio no la pudo jamás olvidar». ¡Reina de corazones más que de oros!

Se casaron en 1526. La Alhambra de Granada fue agradable copia de una corte de amor de antaño en la luna de miel. Carlos desea ofrecer a Isabel algo hermoso, nuevo, que semejase un corazón. Podía ser una flor. - ¿Dónde está? En Persia y la llaman clavel. - Traigan las más bellas. El clavel, símbolo de España. «España, claveles rojos,/ mujer de carne morena,/ que tienes negros los ojos/ y el alma rota de pena». Los mejores cortesanos, poetas, las más discretas damas en la venturosa Citerea de los enamorados. Francisco de Borja, duque de Gandía, amigo y consejero del rey, se confesaba con fervor a otro de la reunión: - Aseguro a vuesa merced que mi honesto amor por doña Isabel es tal, que no la miro de frente, porque no descubra mi pasión (quien la vio, no la pudo jamás olvidar). Trece años de feliz matrimonio, en los que ella, y durante las ausencias guerreras del rey emperador, fue eficaz gobernadora... pero tanta felicidad puso envidia en la Descarnada. Y la destrozó. Isabel murió en Toledo, año 1539.

Muy solemnes funerales en Granada. Ahora, Francisco de Borja estuvo obligado a mirar de frente a su secretamente amada. Debía certificar que aquel cadáver eran los restos de Isabel reina y emperadora, esposa de Carlos rey y emperador. ¡Horroroso montón de huesos! Se le revolvieron los límites del alma. ¡No serviré más a nadie que ha de morir! ¿Era aquello la reina de corazones?


ENRIQUE ROMEU PALAZUELOS

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